El conferencista invita a un expositor para que le relate – posteriormente en la escena pública- lo que se le ocurra sobre un análisis a su cargo, sin notas ni escrito alguno. Ya ante un público, aquel escucha, interroga, escribe, puntúa lapsus en el discurso del expositor, hasta decidir que ha llegado el momento de concluir. A partir de allí, el expositor se llama a silencio. A su vez, el analista conferencista –fuera de la escena pública- recorta un problema, un tema, algo que haya convocado su escucha, del caso presentado para, luego de un intervalo previsto, desarrollarlo en la conferencia que será a partir del caso. Finalizada ésta y recién allí, el público interviene, dialogando entre sí y con el conferencista, respecto de lo que este último ha producido, dado que el caso ya ha circulado y queda como perdido. Ahí concluye la experiencia.
